domingo, 21 de abril de 2013

Exilio



Estos pies cansados llagados, caminan sosteniendo la marcha hacía cualquier parte que no sea la que quieres dejar atrás.
Ellos te sostienen, y vas pertrechada con tus pocos bienes, sacando a tus hijos a delante, jugueteando en la inconsciencia infantil que no sabe.
Escapas del hambre, de las balas que apuntan a darte. Recorres caminos de piedras y barro, siguiendo la estela de aquellos que se fueron antes. Buscas otros sitios en que instalarte, para dar cobijo a los tuyos, ancianos que cuidas, enfermos que llevas contigo.
Tus niños se ríen, y esas sonrisas animan tu marcha, silenciando la nada que anida tu alma. Debes conseguirlo. De ellos depende que haya un mañana. Llegarás lejos. Su fuerza te alienta.
Paras en las fuentes, a calmar su sed, y sacas esos chuscos que dosificas para quitarles el hambre que pide su parte.
Tus ubres ya secas destilan tu sangre.
Acunas sus sueños. Les das tu aire.
Respiras tranquila y decidida, mirando a todas partes, no sea que alguien dispare.
Huyes con ellos hacía la esperanza que otros anuncian, dejando la estela que marca y señala.
Exilio.
Tu alma responde.
Sin titubeos.
Marchas.
Aquí no hay quien viva.
Y miras atrás descorriendo pestañas húmedas de salobre añoranza, de lo que queda atrás.
Robaron tu sangre.
Hirieron tu orgullo.
Te hicieron madre.
Como una loba, sacas a tu prole de esa zozobra a la que miras desde la distancia, dejándola atrás.
Muerdes tus labios hasta sangrarlos.
La rabia que enquista en tu alma te da las agallas para dar el paso y tirar de ese carro que tiempo atrás hermoseaban encajes y bordados arrullados con nanas que salían de tus labios frescos y hermosos.
Sobrevivirás.
Verás que la vida sigue igual.
Las alimañas pisando fuerte asolan la huella que no volverás a pisar.
Te escondes tapando sus bocas. El llanto de un niño recorre una ráfaga de fuego que debes evitar.
El niño se duerme en tu pezón seco, y respiras aliviada.
Pasan de largo. Sin detenerse. Su objetivo está allá, donde tu vas.
No hay marcha atrás.
Duermes atenta a los ruidos de la noche. Repondrás fuerzas para continuar. Tus pies hinchados envuelves. Duelen. Mañana los olvidarás, a cada paso por dar.
Tus compañeras dicen que ya queda menos. Un día más.
Los tanques dejaron huellas.
Recoges prendas que a otros no hacen ya falta. Rebuscas en lo que allí queda. Con ellas tapas el frío asentado en cuerpos de niños que piden pan.

3 comentarios:

  1. Qué tristeza...ufff..pero seguirá sucediendo... Gracias por compartirlo, querida amiga.

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  2. Es precioso y muy emotivo, viví una posguerra, así que se de que va esto tan trsite e incomprensible. Muy bueno, me gusta.
    conchita hernández santos

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  3. Viví con la memoria silenciada. Mamá habló de estas cosas en su ancianidad.
    Cuando la escuchaba parecía que me llevara a verlo y vivirlo.
    Cuando he visto esta fotografía se ha removido y ha sido necesario escribir.
    Mi texto responde a esos recuerdos de mis mayores a lo que temo nos pueda ocurrir.
    La hermana de mi abuela, la tía Pilar marchó a Francia en un trance similar.
    Nunca volvió. Sus hijos y descendientes están allá.

    Besos, amigas

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