Hemos ido dejando de lado recursos imprescindibles.
No habrá forma de recuperarlos.
Hemos colaborado a que el desolado paisaje nos escupa seca esperanza.
Hemos batido ponzoña y creído que no nos afecta.
Hemos sido artífices del seco futuro que nos alcanza.
Hemos hecho esas cosas, inconscientes y perversos, sin tomarlas en serio.
Con arrogancia creemos que lo alcanzado estaba, sin tener en cuenta que debíamos: preservarlo, protegerlo, repararlo, restablecerlo,...
Sabíamos cosas que de nada nos valen.
Un saber ajeno que alimentaba sus procesos, dejando en descuido los nuestros.
Hemos caído al pozo profundo en que el barro y cieno solidifican en plomada.
¿Aguantaremos?
¿Remontaremos?
¿Saldremos de ésta?
Aún los creemos. Damos crédito a palabras de mentirosos, que nos las tiran a la cara.
¿Es cobardía?
¿Es abulia?
Es dejadez de no saber ser.
Acomodados, vemos cataclismos bajo nuestros pies, cuando el hecho es que estamos en ellos, sin distancia. Sin parapetos.